viernes, 24 de febrero de 2012

Prólogo: Apolo.

"Apolo... ¿Por qué Apolo? Con la de nombres que hay, ¿por qué Apolo? Hay nombres más normales: Jack, John, Tyler, William, Sean... ¿Pero Apolo?". Esos eran los pensamientos que se le pasaban al joven Ángelo Vento en su huida.

Llevaba semanas huyendo de gente que ni él mismo sabía quién era. Eran unos hombres bastante fuertes, vestidos de negro completamente y con gafas de sol. Había llegado a volverse loco de tanto huir. Juraría que cuando casi le pillaron hace una semana o dos, consiguió quitarle las gafas a uno de los hombres y sus ojos cambiaban de color psicodélicamente. En los momentos de descanso, meditaba sobre esas cosas y muchas otras, como por ejemplo, la razón de su persecución. Volvía al día que lo empezó a revisar las cosas que hizo para que le persiguieran.

Era el trece de Diciembre, acababa de cumplir diecinueve años, cuando conducía por la autopista a visitar a su novia. Eran las doce de la noche, algo pasadas, e iba a casa de su novia a celebrar su cumpleaños, cuando de repente, un accidente ocurrió. Fue bastante extraño. Los causantes eran unos conductores borrachos, que irían de fiesta, a altas velocidades, pero, en el último segundo antes de colisionar contra el coche de Ángelo, el otro coche cambió el rumbo, estampándose contra una barra de seguridad lateral, y atravesándola por completo. Ni dos minutos después, unos coches negros rodearon a Ángelo, acorralándolo. Un hombre se bajó de uno de esos coches y lo miró a través de las gafas de sol. Le preguntó varias cosas. Datos personales que el hombre parecía estar averiguando o haber sido conocedor de ellos. Ángelo tuvo un acto reflejo. Encontró un hueco para escapar y atravesó la barrera formada por coches negros, conduciendo a altas velocidades, más rápido que nunca, para que no le pillaran. Desde entonces, no pararon de seguirlo. No podía arriesgarse a ir a casa de ningún ser querido, tal vez fuera una secta, o una mafia o algo raro. Lo definitivo era que esos hombres no inspiraban buenas vibraciones...

Habían pasado seis meses cuando Ángelo se dio por vencido.